La técnica de la tortuga es conocida es uno de los métodos más eficaces para ayudar a los niños a gestionar sus emociones y controlar sus impulsos. De sus beneficios y sobre cómo aplicarla para mejorar las conductas impulsivas en la infancia hablamos en este post. De todos modos, si lo que quieres es ampliar tus conocimientos con el Máster en Técnicas de Modificación de la Conducta Infantil y especializarte en este área de la Psicología.

¿En qué consiste la técnica de la tortuga?

Las rabietas, las pataletas o los berrinches, como queramos llamarlo. Este tipo de respuestas tienen un gran protagonismo en la infancia y, en muchos casos, no saber cómo gestionar estos impulsos y conductas desproporcionadas, puede traer consecuencias a lo largo del desarrollo.

Por ello, es importante que, desde que los niños son pequeños, aprendan a gestionar sus emociones, especialmente cuanto estas están llenas de ira y agresividad. En este caso, existen varios recursos que pueden ayudar a los peques a relajarse y a controlar su impulsividad.

La técnica de la tortuga es una de las más efectivas para promover el autocontrol. Se trata de un método ideado por Marlene Schneider y Arthur Robin en los años 70 con la finalidad de ayudar a los menores a controlar sus emociones.

El método consiste en seguir el ejemplo del comportamiento de la tortuga que protagoniza una historia, a través de la cual el niño aprende a manejar situaciones que le desbordan o que despiertan una rabia que no saben cómo gestionar.

El objetivo es conseguir que el menor aprenda a controlar su respiración para reducir su nivel de enfado, agitación o nerviosismo que afecta a los demás y también a él mismo. A través de este tipo de técnicas de control de los impulsos en la infancia, el menor puede reconducir una conducta negativa a un estado de mayor calma y reflexión.

En la infancia, para promover conductas de autocontrol en los niños, es muy común emplear técnicas que utilizan la metáfora o el juego, así como cuentos infantiles como el de la tortuga u otros como el de la técnica del volcán, por ejemplo. A través de estas herramientas es más fácil desarrollar la empatía y la sensatez, tanto a nivel cognitivo como conductual.

¿A quién se dirige?

Los especialistas coinciden en que la técnica de la tortuga es apta para niños de cualquier edad. No obstante, se trata de una herramienta que principalmente se dirige a los menores de entre tres y ocho años.

Según se ha comprobado, este método de autocontrol da muy buenos resultados en aquellos niños que son altamente impulsivos y que tienen un Trastorno por Déficit de Atención/Hiperactividad (TDAH).

Los beneficios de este método de autocontrol para niños

En general, en psicología infantil, las técnicas de control de los impulsos o de autocontrol son idóneas para enseñar a los niños la capacidad de autocontrolarse y gestionar diferentes tipos de emociones.

Además del método de la tortuga también existen otros con este fin, como la técnica del semáforo, por ejemplo. Entre sus beneficios destacan algunos como los siguientes:

  • Mejoran las habilidades de expresión de las emociones.
  • Promueven la empatía para que los niños valoren otras opiniones y puntos de vista.
  • Contribuyen a fortalecer la autoestima.
  • Fomentan la toma de mejores decisiones, ya que promueven la reflexión.
  • Reducen los sentimientos de vulnerabilidad.
  • Incrementan la capacidad de socialización.
  • Ayudan a resolver más fácilmente los conflictos.

Cómo aplicar la técnica de relajación de la tortuga paso a paso

La técnica de la tortuga para el autocontrol es un método muy conocido y utilizado en los niños porque, de una forma amena y entretenida, ayuda a los peques a controlar sus impulsos y emociones frente a determinados estímulos. Estas son las tres fases para poner en práctica este método de autocontrol y modificar malas conductas desde edades tempranas. De alguna forma, el proceso puede resumirse en tres acciones: parar, relajarse, poner un solución a la rabieta.

1. Conocer la historia de la tortuga

Para aplicar esta técnica de control de los impulsos en los niños, en primer lugar debemos leerles el cuento de la tortuga. A través de la historia, los pequeños pueden empatizar con su protagonista y adquirir las habilidades resolutivas que se ponen de manifiesto en la narración, en que la tortuga aprende a controlar sus acciones y emociones en varias situaciones cotidianas.

Para que el aprendizaje sea mayor podemos comparar ejemplos de conducta del niño con la actuación de la tortuga para que pueda comprender mejor la importancia de saber manejar sus propios sentimientos y emociones.

2. Aprender a controlar las emociones imitando a la tortuga

Una vez el pequeño conozca la historia de la tortuga, deberá identificar sus emociones y aprender a controlar sus impulsos cuando sea necesario. En esta fase, se enseña al niño a que, cuando sienta una emoción que no puede o sabe gestionar, al decirles la palabra “tortuga”, sepa actuar en consecuencia. Por tanto, en ese caso empezará cerrando los ojos, bajará la cabeza metiéndola entre los hombros con los brazos pegados al cuerpo, imitando a una tortuga en su caparazón. Al mismo tiempo destensará los músculos y tomará consciencia de su respiración para frenar y calmarse.

La idea es que el menor aprenda que, cuando esté muy nervioso, enfadado o con un gran sentimiento de rabia, al escuchar “tortuga” sepa detenerse y reflexionar con calma. Aunque no lo parezca, este sencillo ritual puede contribuir a ayudarle a canalizar y comprender mejor sus emociones.

3. Reforzar positivamente la conducta del niño

En la fase final es fundamental valorar el esfuerzo del niño y elogiarle por su buena labor. De esta forma, a través del refuerzo positivo, también le motivamos a seguir mejorando en la gestión de las emociones, adoptando cada vez más una conducta de autocontrol.

Además de felicitarle por su buen comportamiento, es interesante hablar con el niño sobre cómo se ha sentido, qué es lo que le ha hecho enfadarse o ponerse nervioso, y cómo la técnica de la tortuga le ha ayudado a gestionar estas emociones negativas.