Las habilidades sociales forman parte de la propia naturaleza humana. A partir de tu propia historia personal puedes observar cómo las habilidades sociales estuvieron presentes en tu infancia. Los niños desarrollan sus primeros contactos sociales desde temprana edad. Por ejemplo, cuando acuden al parque y allí se encuentran con otros niños de su edad. O cuando juegan con otros compañeros de la misma edad. Si te interesa conocer a fondo cómo funciona este ámbito, puedes estudiar psicología infantil con nuestra oferta formativa.

Por otro lado, en el entorno educativo no solo se adquieren conocimientos teóricos. Los peques también adquierne inteligencia emocional y social. ¿Por qué es tan importante reforzar las habilidades sociales en niños de edad escolar? ¡Quédate!, te lo contamos todo.

Habilidades sociales y aspectos relacionados

La promoción de habilidades sociales en niños reporta una serie de beneficios en aspectos como los que vemos a continuación:

Amistad y relaciones sociales

Tener amigos es una de las experiencias más bonitas de la vida. Algunas de las amistades que nacen en la infancia perduran en la etapa adulta. En este sentido, las habilidades sociales no solo posibilitan el nacimiento de la amistad sino que también posibilitan su mantenimiento y crecimiento. En la misma línea aparecen las relaciones familiares. Tanto los amigos como los parientes se convierten en compañeros de vida. Por eso, a través de estas habilidades, el niño establece puentes de comunicación con los demás. Además, descubre intereses comunes, va más allá del individualismo y conecta con el bien común.

Prevención del acoso escolar

Esta es una de las máximas preocupaciones sociales: detrás de cada caso de acoso existe una historia de sufrimiento. Todos concebimos la infancia como un periodo de felicidad. Por ello, potenciar estas habilidades contribuyen a la creación de entornos que propician el respeto, la amabilidad, la empatía y la aceptación. La prevención es una de las herramientas posibles para educar en este objetivo. En este caso, la educación en habilidades sociales es también especialmente constructiva para impulsar el crecimiento emocional y la empatía de los pequeños. Puntos imprescindibles en la lucha contra el acoso escolar.

Felicidad

Cada ser humano es único y diferente a los demás. Esta máxima también puede aplicarse a los niños. Sin embargo, más allá de las diferencias todos acabamos siguiendo un camino: el de la búsqueda de la felicidad. El nivel de felicidad de un niño aumenta desde la atención a la propia naturaleza humana. Y las habilidades sociales son una manifestación de esta esencia personal.

Aunque todos necesitamos espacios de soledad y de intimidad, somos seres sociales. Por lo tanto, necesitamos formar parte de un entorno de amigos, familia y compañeros. Gracias a la práctica de estas habilidades, el niño puede construir vínculos significativos que le aportan felicidad en esta etapa de su vida.

Autoestima

Todos somos protagonistas de nuestra propia historia. Estemos en el capítulo que estemos. Lo mismo ocurre con los niños. Si favorecemos sus habilidades sociales garantizaremos una parte muy importante de las personas: la autoestima. Así, potenciar las habilidades sociales a través de los juegos con amigos, los vínculos de compañerismo en el aula y las celebraciones de cumpleaños son ejemplos de momentos que contribuyen de manera constructiva a su autoestima y su autoconcepto que el niño construye de sí mismo. El niño se siente seguro en ese entorno de pertenencia que identifica como propio. Y esto incrementa su bienestar emocional en un momento de constante aprendizaje.

Nuevos círculos sociales

El niño pasa buena parte de su tiempo en dos espacios de referencia muy importantes: el hogar y el centro escolar. Por eso, es en estos dos lugares principales de su vida en los que el niño ejercita estas habilidades. Sin embargo, también se puede ampliar su círculo social en nuevos lugares.

Por ejemplo, una buena manera de potenciar estas habilidades es apuntarle en una nueva actividad deportiva, en actividades extraescolares o en música. Así, el pequeño tiene la oportunidad de conocer nuevos amigos, lo que enriquece sus círculos sociales.

Resolución de conflictos

Los niños también superan retos acordes a su edad. Aunque vistos desde la etapa adulta tienen una nueva interpretación, en el contexto de la niñez son obstáculos a superar. Los conflictos son retos que pueden gestionarse de forma asertiva mediante estas habilidades.

Con ellas, el niño dispone de distintos recursos para hacer frente a ese tipo de vivencias. El impacto de ejercitar estas competencias durante su infancia dejará huella en la etapa adulta. Esta es una de las razones por las que potenciar estas competencias sociales es tan significativo.

Expresión emocional

A través de esta conexión con los demás, el niño también adquiere conocimientos sobre la sociedad. Por ejemplo, aprende a demostrar gratitud, pedir perdón o es capaz de hacer críticas constructivas. Por tanto, el niño es más feliz cuando desde temprana edad se relaciona con naturalidad con sus emociones, las gestiona y las expresa. Y no solo individualmente, sino también en relación a su entorno cercano. Afortunadamente, cada vez existe una mayor conciencia de la influencia positiva de la inteligencia emocional en la sociedad.

Mejora la convivencia con los demás

Allí donde va, el niño forma parte de un entorno. Un entorno social que está formado por personas diferentes. Cada una con sus propias fortalezas y defectos. Gracias a las habilidades sociales adquiere sentido el bien común y un concepto constructivo de la convivencia.

Ten en cuenta que el bien común es beneficioso desde una doble perspectiva. En primer lugar, fortalece al grupo y cuida de quienes forman parte de ese entorno gracias a un sistema asertivo. Un sistema en el que hay espacio para la escucha activa, la amabilidad, la comprensión, el respeto al otro, la aceptación de la diferencia, las palabras constructivas y los hechos centrados en el bien.

Por tanto, observa cómo las habilidades sociales comienzan en la infancia. Continúan en la adolescencia y duran toda la vida adulta. Es en esta etapa cuando los niños se muestran especialmente receptivos para el aprendizaje.