Las emociones humanas más básicas, aquellas comunes con el resto de mamíferos, se han ido haciendo cada vez más complejas. Esta evolución ha dotado al hombre de un espectro emocional rico y diverso gracias a la formación de emociones secundarias, sobre las que te vamos a hablar en las próximas líneas. ¿Comenzamos? Recuerda que si quieres aprender más sobre los tipos de emociones en la infancia puedes especializarte con nuestro Máster en Psicología Infantil y conocer todos los principios de la inteligencia emocional.

¿Qué son las emociones secundarias?

Para entender qué son las emociones secundarias, primero debes conocer los dos niveles de emoción que experimentamos los humanos:

  • Emociones primarias o básicas. Son las centrales: tristeza, alegría, miedo, confianza, sorpresa, aversión, anticipación, etc. A veces son difíciles de gestionar y nos aterra mostrarlas ante los demás.
  • Emociones secundarias. Son aquellas que mostramos con mayor seguridad. A menudo actúan como defensa o protección para no exponer nuestras verdaderas emociones primarias. En esta categoría se incluyen la frustración o los celos, por ejemplo. Tienen un componente social alto y, por ello, se dan dentro de un contexto social específico. Además, se moldean a partir de factores de aprendizaje y socialización.

¿Cómo se forman este tipo de emociones?

Las emociones son una respuesta determinada por un evento de tipo externo o un momento interno como un pensamiento. Lo que se percibe por los sentidos se revisa en ciertas áreas de la corteza cerebral. Luego, se somete al filtro del sistema emocional. Aquí las percepciones se categorizan en función de las emociones, es decir, de su valor subjetivo, y este puede estar influido culturalmente.

Entre las emociones y los sentimientos hay una clara vinculación, aunque son realidades cerebrales de diferente índole. Según explica Antonio Damasio en Neurobiología de la emoción y de los sentimientos (2005), a los sentimientos les preceden las emociones, que son la respuesta del organismo ante un evento de relevancia biológica. Por el contrario, los sentimientos son más bien una experiencia subjetiva que puede durar más que la emoción.

Por lo que cuando se gesta una emoción de tipo secundario, se hace en función de criterios de autovaloración asociados al desarrollo personal. Así, aparecen más tarde que las emociones primarias, ya que requieren de una contextualización social.

¿Cuándo aparecen las emociones secundarias?

Los niños de 2 años, con una identidad recién formada, experimentan desde muy temprano sentimientos de vergüenza o culpa. No obstante, es imprescindible un desarrollo social y cognitivo más profundo para que se asiente la capacidad de conceptualizar las emociones de carácter secundario. Su reconocimiento consciente tiene lugar más tarde, entre los 5 y 8 años.

¿Por qué son importantes?

Las emociones secundarias en niños pueden ayudarles a reforzar la personalidad, pero factores como el nivel de autoestima o de conocimiento de uno mismo resultan clave en el proceso de entendimiento. Los valores sociales y familiares moldean la contextualización de estas emociones, por lo que favorecen la integración de la identidad personal en el área colectiva.

Tipos de emociones secundarias

A continuación vamos a ver de forma específica cuáles son las emociones secundarias y cuántas hay. No obstante, la clasificación puede variar en función del autor que consultes. Básicamente, hay dos modelos emocionales: el de Paul Ekman y el de Robert Plutchik. Difieren, en gran medida, en la categorización de las emociones primarias, de manera que no se ponen de acuerdo en lo referente a las secundarias.

En este caso, vamos a explicarte en qué consiste la rueda de las emociones de Plutchik. También exponemos la lista de emociones secundarias aceptadas por la mayor parte de modelos, entre ellos los de los dos autores mencionados.

Rueda de emociones de Plutchik: combinación de emociones secundarias y primarias

Rueda de emociones según Robert Plutchik

El psicólogo norteamericano Robert Plutchik desarrolló un modelo de las emociones de tipo secundario como la combinación de emociones básicas. Para explicar su teoría creó una famosa gráfica llamada la rueda de las emociones.

De acuerdo con la teoría de Plutchik partimos de ocho emociones básicas: alegría, confianza, miedo, sorpresa, tristeza, aversión, ira y anticipación. A partir de ahí vemos algunos ejemplos de combinaciones según Plutchik:

  • Optimismo: alegría y anticipación.
  • Decepción: sorpresa y tristeza.
  • Remordimiento: tristeza y aversión.
  • Desprecio: aversión e ira.
  • Agresión: ira y anticipación.
  • Culpabilidad: alegría y miedo.
  • Curiosidad: confianza y sorpresa.
  • Desesperación: miedo y tristeza.
  • Envidia: tristeza e ira.
  • Cinismo: aversión + anticipación.
  • Dominación: confianza e ira.
  • Vergüenza: miedo y asco.
  • Ansiedad: miedo y anticipación.
  • Indignación: sorpresa e ira.
  • Pesimismo: tristeza y anticipación.

5 emociones “universales” de tipo secundario

Aunque exponen modelos emocionales un tanto distintos, tanto Ekman como Plutchik consideran que entre las emociones secundarias universales están estas cinco:

  1. Vergüenza: miedo a que los demás no nos acepten en el plano social.
  2. Culpa: sensación de haber hecho algo que, según nuestro criterio, no deberíamos haber hecho.
  3. Orgullo: sensación de estar satisfecho con uno mismo o con sus actos.
  4. Placer: sensación agradable que se da cuando cubrimos nuestras necesidades.
  5. Celos: se dan cuando percibimos una amenaza hacia algo que consideramos nuestro.

¿Qué diferencia hay entre las emociones primarias y las secundarias?

Las emociones básicas y secundarias coexisten, pero se activan de manera diferente. Para ilustrarlo visualmente, piensa en las emociones en general como un iceberg. Las secundarias son la parte que está sobre la superficie del agua (la parte que vemos) y las primarias están debajo (la que no vemos).

Dicho de otra forma, las emociones de tipo secundario son consecuencia de nuestro propio crecimiento, de las relaciones que establecemos con el entorno y de la implicación de varias emociones primarias. Así pues de la alegría nace el placer y el apego o del miedo deriva la fobia y la ansiedad.

Un ejemplo que te ayudará a entenderlo de forma más práctica: durante una discusión de pareja se puede mostrar ira, con los comportamientos asociados (todo de voz más alto, piel más roja, etc.). Sin embargo, realmente lo que se siente a un nivel interior es miedo a que en este caso un miembro de la pareja abandone al otro si este le decepciona. En este sentido, observamos emociones secundarias más profundas que se camuflan en una emoción primaria o básica (como es el enfado en este caso).

La estimulación de la inteligencia emocional

Reforzar la educación en inteligencia emocional y enseñar a gestionar las emociones es clave para promover un desarrollo emocional óptimo desde la infancia. Es importante que padres, madres y educadores acompañen a los menores en la comprensión e identificación de las emociones y los sentimientos. De esta forma, los niños sabrán exteriorizar las emociones primarias y secundarias, reforzándose su capacidad de empatía, autoestima, seguridad y fortaleza mental y emocional.

En este sentido, para poder expresar nuestras emociones primarias más profundas, debemos sentirnos confiados al hacerlo. Mostrarse emocionalmente seguro en las relaciones favorece la expresión de las emociones de tipo secundario. Esto afecta a todo tipo de relaciones: románticas, familiares, amistades, etc. Y puede ser una forma de protegerse y evitar mostrar las emociones primarias, a menudo incómodas.

Para solucionar un conflicto entre dos o más personas, para mostrar sus emociones básicas, se suele recurrir a un sitio seguro. La seguridad y la orientación terapéutica pueden ayudar a procesar estas emociones más profundas. El objetivo es aprender a expresarlas de una manera saludable para reforzar la confianza en las interacciones.

A modo de conclusión, las emociones secundarias se manifiestan y, a la vez, se adquieren a medida que crecemos y a través del contacto social. Asimismo, en función de varios factores, su desarrollo va ligado a la evolución de la identidad personal.