La impulsividad es una reacción muy común entre los niños y que, muchas veces, trae de cabeza a padres y educadores. En este sentido, la técnica del semáforo es una buena táctica para ayudar a los menores a controlar sus impulsos. ¿Has oído hablar sobre este método educativo? A continuación profundizamos sobre ello, pero si quieres conocer más técnicas y herramientas para potenciar el autocontrol en la etapa infantil puedes cursar el Máster en Coaching e Inteligencia Emocional Infantil y Juvenil y convertirte en un profesional de este ámbito.
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La técnica del semáforo como sistema de control de las emociones en la infancia
Sabiendo que los pequeños no son plenamente conscientes de sus acciones, se hace más difícil gestionar las emociones. Los impulsos se manifiestan en los menores cada vez a edades más tempranas y algunos rasgos como los siguientes pueden denotarlo claramente.
- Baja intolerancia a la frustración.
- Tendencia a la desobediencia.
- Incapacidad para controlar las emociones.
- Acciones por impulsos sin razonamiento previo.
- Rabietas sin control.
- Falta de escucha y empatía.
- Cambio o abandono frecuente de tareas y actividades.
- Impaciencia y no saber perder en los juegos.
Los especialistas destacan la importancia de emplear técnicas de autocontrol en la infancia para ir trabajando las sensaciones y emociones que provocan las reacciones impulsivas. De esta forma, cuando el niño crezca le será más fácil comprender y manejar sus impulsos.
¿En qué se basa la teoría del semáforo?
Uno de los recursos más eficaces para mejorar el comportamiento de los niños impulsivos es la técnica del semáforo. Este método se basa en la toma de conciencia de los estímulos que advierten de la irritabilidad en el niño como son la respiración acelerada, la tensión muscular o el sudor corporal, por ejemplo.
A partir de esta técnica, las emociones negativas en la infancia que podrían gestionar en base al conocimiento del semáforo, comprendiendo que la luz roja significa no poder pasar, el naranja indica que se podrá pasar y el verde se asocia a poder hacerlo.
Partiendo de este conocimiento, la gestión de la conducta en el niño se daría en base a la asociación del funcionamiento de un semáforo. Es interesante colocar varias figuras en forma de semáforo por la casa para que el niño lo tome como un juego y a la vez sea un aprendizaje de valor para mejorar su comportamiento. El proceso a seguir es: “PARA, PIENSA Y ACTÚA”.
Luz roja
En el momento en el que el niño no puede controlar una emoción debe asociarlo al color rojo del semáforo para que entienda que, al igual que como peatón debe deternerse en este caso para dejar paso a los coches, aquí también debe parar y tranquilizarse.
Luz naranja
Una vez se para, deberá pensar y darse cuenta de lo que está sintiendo para entender por qué está sucediendo. En esta fase, el objetivo es que el niño piense y analice los factores que desencadenan su actitud.
Luz verde
En este estado siguiendo la técnica del semáforo, el objetivo es que el niño se dirija hacia la solución. Es decir, una vez ha tenido esa fase de análisis y razonamiento sobre lo sucedido, la idea es que valore las alternativas que tiene para dar con la mejor solución al problema.
¿Qué causa la impulsividad en los niños?
Si bien es cierto que la impulsividad en los niños puede atribuirse a varias razones, hay determinados patrones que pueden desencadenar conductas más impulsivas en los menores. La falta de sueño, el estrés, la frustración y los hábitos diarios que tenga el niño pueden desestabilizar la regulación emocional y potenciar las reacciones impulsivas.
En otros casos, y entrando en otro tema a parte, la impulsividad se presenta como un rasgo asociado y característico de trastornos como el TDAH – Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. No obstante, es importante apuntar que no debe pensarse que, si un niño responde de forma impulsiva a determinados estímulos, signifique que pueda ser hiperactivo. En cualquier caso, serán los especialistas quienes deban determinarlo en cada paciente.
Niños impulsivos: cómo mejorar su conducta
Una de las preguntas que más preocupa a los padres y docentes es ¿cómo enseñar a un niño a controlar su impulsividad? Además de emplear estas herramientas a modo de juego como es la técnica del semáforo es importante tener en cuenta otros aspectos que se pueden aplicar en el día a día para conseguir buenos resultados.
Fomentar el autocontrol físico
Adquirir un mayor control corporal también beneficia a la gestión emocional. Los niños deben tomar más conciencia de su propio cuerpo y de sus movimientos Para ayudarles a conseguirlo podemos proponerles juegos en los que se tengan que mover más lentamente (imitando a una tortuga, por ejemplo) o más rápido (simulando a un conejo).
Aprender a través de instrucciones
Para corregir el comportamiento de niños impulsivos es idóneo darles unas pautas para que sean más organizados, reflexivos y prudentes. Este orden podemos inculcárselo a través de la asignación de tareas rutinarias de la casa o a cocinando juntos para que comprenda la importancia de seguir unos pasos determinados en los platos a preparar.
Tener conciencia sobre las consecuencias
El control de impulsos pasa por ser consciente de lo que vendrá después. Igual que los adultos podemos controlar nuestras acciones valorando las consecuencias que pueden acarrear, es esencial transmitir este conocimiento también a los niños. De esta forma, cada vez serán más conscientes de lo que puede ocurrir si actúan de una forma determinada y controlar mejor sus actos. Como hemos visto la técnica del semáforo es una buena aliada para tomar una mayor conciencia de lo que hacemos y cómo lo hacemos.
Dar un buen ejemplo
Tú como padre, madre o educador eres la mayor representación para el niño durante su crecimiento. Ya se sabe que los niños tienden a copiarlo todo, ya sea bueno o malo. Por ello, si como adulto muestras una mala conducta y no demuestras saber cómo manejar las emociones negativas, el menor copiará tu reacción y adquirirá un comportamiento más impulsivo.