La vida práctica Montessori es uno de los elementos básicos de la pedagogía ideada por María Montessori, que sitúa al menor en el centro del aprendizaje. Este área práctica de aprendizaje se refiere a la adquisición de conocimientos a través de la experiencia vital, de las actividades básicas y cotidianas, las cuales permiten la adquisición de destrezas en los primeros años de la vida. Fórmate con el Máster en Pedagogía Montessori para conocer y dominar en profundidad este método educativo en plena expansión.

El método Montessori, cuando el alumno es el centro

El método Montessori busca fomentar la autonomía y la adaptación a las necesidades de cada menor. Se trata de un modelo educativo basado en diferentes niveles en función del desarrollo del niño o la niña.

La infancia se considera como el momento ideal para que el menor interiorice las herramientas necesarias para un aprendizaje eficaz, con la capacidad de tomar decisiones de manera autónoma. Así, esta pedagogía podría resumirse en dos principios fundamentales: seguir al niño o niña y ayudarle a hacer las cosas por sí mismo.

El área de vida práctica en Montessori

La vida práctica Montessori no es más que hacer partícipes a los niños, desde bien pequeños, de las actividades básicas de la vida diaria. Permíteles colaborar y guíales en el proceso de aprendizaje durante el que sobre todo deben ser felices. En este viaje, es esencial mostrar respecto e interés por su mundo y adaptarnos a sus preferencias e inquietudes.

En este sentido, los objetivos de la vida práctica Montessori son potenciar la autonomía y la independencia física y psíquica del menor a través de la exploración y la experimentación en tareas que se llevan a cabo en la cotidianidad.

Actividades de vida práctica Montessori de 0 a 3 años

La impulsora de la pedagogía Montessori define la mente de los bebés como “absorbente”. Por ello, el entorno donde el bebé se desenvuelve debe ser lo más positivo e interesante posible. Uno de los aspectos fundamentales es dotar al bebé de libertad de movimiento. El movimiento está asociado al desarrollo del cerebro. Así, ofreciendo al bebé libertad de movimiento e incitándole a moverse, estaremos ayudándole a descubrir su capacidad de hacer cosas por sí mismo. Esto potenciará enormemente su curiosidad por descubrir el mundo que le rodea. Como ejemplo de actividades de vida práctica Montessori en esta etapa:

  • Ponemos un juguete o peluche que le guste cerca para que se desplace a cogerlo.
  • Creamos un circuito de psicomotricidad con cojines y le incitamos a realizarlo.

A medida que el bebé crece y aumenta su motricidad gruesa, es fundamental ir ofreciéndole oportunidades para que haga las cosas por sí mismo. Por ejemplo, ofreciéndole juguetes que permitan el aprendizaje a través de la fórmula ensayo-error. Podemos utilizar puzzles, apilables o elementos para insertar. Este tipo de actividades ayudan a desarrollar la coordinación ojo-mano y a fomentar la concentración.

El desarrollo del lenguaje

En esta fase es fundamental explicar el mundo que le rodea. Si nos basamos en los fundamentos de vida práctica Montessori, hay que potenciar el desarrollo del lenguaje a partir de la exploración y explicación del entorno. El pequeño se va familiarizando con los objetos de la vida cotidiana y aprende a nombrarlos y a describirlos. Para la adquisición y promoción del lenguaje, el método Montessori establece tres etapas:

  • Nombrar (“esto es un plato”).
  • Señalar (“¿me puedes señalar el plato, por favor?”).
  • Reconocer (“¿qué es esto?”).

Para que el aprendizaje sea significativo debemos dejar que el bebé manipule los objetos, que juegue con ellos, aprecie su textura, su tamaño, etc. Y es que la simple memorización de conceptos está totalmente alejada de la pedagogía Montessori.

De los 2 a los 3 años el bebé atraviesa una etapa fundamental en su desarrollo, pues va adquiriendo cada vez mayor autonomía e independencia. Hay que dejar que los niños manipulen, curioseen, tropiecen, se equivoquen y empiecen a realizar por sí mismos actividades de la vida diaria. Por ejemplo, comer solos, empezar a vestirse o iniciarse en la utilización del baño para dejar el pañal.

Su espacio, que normalmente suele ser su habitación, debe permanecer ordenado y con los juguetes, libros y otros materiales a su alcance. Es importante dejar que el bebé elija por sí mismo, pero en base a opciones limitadas. Para ello, podemos permitirle escoger entre dos o tres juguetes o permitirle decidir qué ropa quiere ponerse, mostrándole varias opciones. Se trata de hacer consciente al pequeño de que tiene capacidad para la toma de decisiones. Esto mejorará su confianza y su autoestima.

Vida práctica Montessori de 3 a 6 años.

En la vida práctica de 3 a 6 años es cuando toma un mayor protagonismo este tipo de aprendizaje cotidiano. A partir de los 3 años (o incluso antes, siempre dependiendo del ritmo de aprendizaje y crecimiento del menor) hay que involucrar al niño en la adquisición de hábitos y rutinas. Además, hay que permitirle colaborar en las tareas de la vida diaria. María Montessri habla concretamente de 3 áreas prácticas, además de las actividades preliminares descritas anteriormente.

Autocuidado

El autocuidado se traduce a acciones como: lavarse las manos y los dientes solos, aprender a vestirse y a atarse los zapatos, explicar cuándo se siente mal, colgar solo su mochila en la percha correspondiente, sacar su almuerzo, beber agua, etc.

Cuidar la casa

Ayudar en las tareas del hogar es básico en la filosofía Montessori. No se necesita ningún material de vida práctica Montessori específico. Cuando el niño siente que puede colaborar y que su contribución es importante y valorada, aumenta su autoestima y la confianza en sí mismo. Unos valores que son fundamentales para su desarrollo psicosocial y cognitivo.

Por tanto, es importante que el niño colabore, por ejemplo, lavando verduras, poniendo la ropa en la lavadora, fregando platos de plástico, dando de comer a las mascotas, etc. Así, la introducción de responsabilidades debe ser progresiva y adaptada a cada pequeño.

Habilidades sociales

Por otra parte, es necesario guiarles a los niños en la adquisición de habilidades sociales como la cortesía (decir por favor y gracias, saludar, despedirse, etc.) y la empatía. La manera de abordar estas cuestiones debe ser tranquila, explicativa y progresiva. No hay que enfadarse o castigarle si no respeta las normas sociales. Puede resultarles difícil adquirir esta habilidad y debemos mostrar empatía y respeto por su ritmo de aprendizaje.

Por tanto, ante las rabietas o los comportamientos no respetuosos, es mejor explicar que eso está mal. Es importante hacerle comprender que hay otra manera de comportarse. En este caso, puede ayudar poner algún ejemplo sencillo de momentos en los que mamá o papá también se han equivocado y han rectificado su comportamiento.